En la madrugada del 31 de julio, mientras buena parte del mundo dormía, Donald Trump hizo una jugada que puso en alerta a todos: ordenó el despliegue de dos submarinos nucleares cerca de Rusia. La noticia se filtró como pólvora y no es para menos. La tensión entre Washington y Moscú, que parecía haberse enfriado, volvió a calentarse otra vez.

Dmitry Medvedev, expresidente ruso, lanzó declaraciones incendiarias como: «cada nuevo ultimátum es una amenaza y un paso hacia la guerra». En respuesta, Estados Unidos le puso fecha límite a Rusia hasta el 8 de agosto para aceptar un cese al fuego en Ucrania, si no, vendrán nuevas sanciones. Aranceles, restricciones financieras y lo más temido por Rusia: bloqueos energéticos, ya que su economía se sostiene mucho por la venta de petróleo.

¿Y qué tiene que ver Perú en todo esto?

Mucho más de lo que parece.

Gasolina más cara = vida más cara

Si el petróleo sube, también lo hacen los precios de la gasolina, el transporte y, por efecto dominó, casi todo lo que consumimos: desde una cabeza de cebolla hasta un pasaje en mototaxi. En términos simples: más inflación.

Más volatilidad financiera

Cuando el mundo se pone nervioso, los inversionistas se refugian en lo seguro. ¿Qué significa eso? Que puede salir capital de países emergentes como Perú, afectando al tipo de cambio. Si el dólar sube, todo lo importado se encarece.

Cuando dos gigantes pelean, los demás se cubren

Esta nueva disputa entre EE. UU. y Rusia no es solo un tema de diplomacia o estrategia militar. Es una disputa que puede alterar los precios que pagamos en el mercado, influir en el tipo de cambio, y hasta poner en pausa proyectos de inversión minera o energética en el Perú.

En el ajedrez geopolítico global, el Perú no es una ficha olvidada. Es parte del tablero.